Las fuerzas mercenarias, con el nombre de Brigada de Asalto 2506, se desmoronaron como un castillo de naipes en menos de 72 horas.
El 19 de abril de 1961, justo antes de oscurecer, la invasión tocaba su fin y los mercenarios terminaron por deponer sus armas ante la marcha triunfal de los milicianos, mientras otros buscaron su salvación en la huida por las aguas de la conocida Bahía de Cochinos, en las cercanías de Playa Girón, desmoralizados y quién sabe si maldiciendo a todos cuantos los incitaron a emprender la criminal aventura.
El gran proyecto de la cia para liquidar a la Revolución Cubana había sido un sonado fracaso.
En ese instante, las fuerzas cubanas se fundieron en un inmenso clamor de júbilo y manifestaron su alegría. Históricas imágenes nos revelan el regocijo de ese momento. Algo así como el resumen de la epopeya es la emblemática foto de Fidel saltando de un tanque, símbolo de la victoria que asombró al mundo.
Los traidores a su Patria estaban condenados a la derrota por mil razones; contaban únicamente con la fuerza de las armas. Tampoco ayudaba la naturaleza de sus verdaderos propósitos, la de restablecer el oprobioso régimen y restaurar en el poder a los enemigos del pueblo.
«…Venían bien organizados, bien armados, con un buen apoyo, pero les faltó la razón, la justeza de la causa que defendían…», diría José Ramón Fernández, uno de los protagonistas de la gesta victoriosa.
Al hacer el balance, el estratega militar vio en ese aspecto una prueba de debilidad y remarcó que, en consecuencia, «no combatieron con el ardor, el valor, la firmeza, el denuedo y el espíritu de victoria con que lo hicieron las fuerzas revolucionarias». Cualidades que, al parecer, no figuraban en los planes de los invasores.
Otra circunstancia de un peso considerable es que los «obreros y campesinos, hombres y mujeres humildes de la Patria», vieron en el triunfo del Primero de Enero la posibilidad real de dirigir sus propios destinos, y eso los incitó a luchar como un solo combatiente.
Crucial resultó, sobre todo, la presencia de Fidel. Con su prédica supo inspirar la confianza en la victoria. Verlo allí, desafiando el peligro, fue más que una chispa de esperanza. Además de la influencia emotiva que ejerció sobre las fuerzas, tuvieron una importancia capital sus dotes de estratega militar.
Eso explica el orgullo de vestir la camisa azul de mezclilla y la boina verde olivo. La naciente Revolución había unido a todos en un mismo sentimiento.
Cada abril, los cubanos evocan con orgullo aquellos gloriosos días, pues de algún modo, en efecto, la epopeya de Girón revela la capacidad de resistencia y el patriotismo del pueblo en momentos difíciles, como los que vivimos hoy, siempre en guardia ante el poderoso enemigo que nos desprecia y se empeña en opacar el ejemplo de la Revolución.
Ese ejemplo se agigantó en las arenas de Playa Girón, donde los milicianos, con su máximo líder al frente, lucharon de forma brava para defender, como dice el cantor, esa esperanza para todos, para todos.