Guantánamo. – En el corazón de Campo Hermoso, donde el sol besa los cultivos y el viento murmura historias de lucha, Iraida Sarmiento Soto, oriunda de la comunidad de Dios Ayuda teje con sus manos un legado de resistencia y esperanza.

Presidenta de la UBPC Pedro Agustín Pérez , esta mujer campesina es sinónimo de tierra fértil, trabajo colectivo y liderazgo que germina en cada surco.

«Yo me gradúe hace un año de ingeniería agrónoma sí, pero mi universidad primera fue la tierra… Mi abuela me decía: Niña, la tierra no se manda, se acompaña’. Y es muy cierto.
Esta yaterana de pura cepa nació con la savia de la agricultura corriendo por sus venas.
«Desde niña yo aprendió que la tierra no es solo un sustento, sino un acto de amor.»

En Campo Hermoso, donde muchos abandonaron los campos por la ciudad, ella y sus trabajadores se quedaron para demostrar que el futuro está en raíces profundas.
Bajo su liderazgo, la Unidad Básica Pedro Agustín Pérez produce en secano, con alta cuota de trabajo manual y gasto fisico, y en suelo con pendiente muchas veces peligrosas donde la mecanización está practicamente vedada por la irregularidad del suelo.

«Ahora mismo tenemos sembrando boniato, yuca, calabaza, malanga, platano y hortalizas para la alimentación de los trabajadores y sus familias y para vender a la empresa de Acopio.»

«No solo cultivamos alimentos», dice Iraida mientras acaricia un brote de maíz, » cosechamos también granos como el chicharos, sorgo-millo, soya y otros para la elaboración de pienso criollo muy importante porque con ellos alimentamos a los animales. (Puercos, aves, conejos, carneros)

Menuda como una planta de ají, pero con la resistencia de un árbol de guayaba, Iraida camina entre los surcos como quien lee un libro abierto: cada hoja, cada fruto, le habla. «También emprendimos la crianza de carneros, conejos, bueyes, caballos y destinamos las primeras áreas a los cultivos varios.

Su historia no está exenta de desafíos. Como muchas mujeres rurales, Iraida Sarmiento Soto enfrentó el desdén de quienes creen que el campo es territorio de hombres. Pero ella, con la terquedad de un árbol en medio de la sequía, convirtió cada obstáculo en abono para su causa.

Iraida Sarmiento, ingeniera agrícola de diploma y corazón, no aparece en los periódicos nacionales, pero su nombre se repite en las cocinas donde su cosecha alimenta sueños, en las reuniones donde su palabra siembra justicia y en cada amanecer cuando las neblinas y llovizna fina acarician su menuda piel.

La yaterana Iraida Sarmiento Soto desde niña, aprendió que las manos callosas son medallas al trabajo honesto, por eso está consagrada campesina convirtió cada surcos de la Unidad Básica de Producción Agraria «Pedro Agustín Pérez» en un altar de semillas y esperanzas .

Llegué a través de esta crónica inspirada en Iraida Sarmiento Soto, del municipio de Yateras una grata felicitación a las miles de mujeres campesinas anónimas que, con azadón y coraje, escriben la verdadera historia del campo.