Dos años se cumplen este dos de enero de la muerte del Maestro Angel Laborde en Guantánamo.
Lo advertí en subida desde que lo conocí en Guantánamo, a principios de los 80, elevándose sin ocaso en sencillez como en martirio, trazando con carboncillo sobre cartulina dibujos tan elementales como esforzados, arrancados del interior de sí mismo. Ángel Laborde Wilson fue hombre y artista puro como niño, mientras lo acompañó la lucidez, casi hasta apagarse su vida fisica aquel lunes dos de enero de 2023, a los 80 años celebrados apenas pocos días antes, el 18 de diciembre.
De los artistas visuales tratados como Maestro con mayor propiedad, de Punta a Cabo cubanos, lo considera el crítico de arte Jorge Núñez Motes, quien compartió con él espacios personales y profesionales. Lo fue dentro y fuera de las aulas de la capitalina Academia de Artes Plásticas de San Alejandro, de la José Joaquín Tejada, de Santiago de Cuba, y de la escuela de arte Regino Boti y la Academia de Artes Plásticas de su natal Guantánamo.
Conservó y mostraba con visible orgullo, entre diversos reconocimientos y textos propios y ajenos de investigación, teoría, poemas…, amén de los ganados por su obra visual, el simbólico farol chino empleado por él, casi un niño en las montañas como brigadista Conrado Benítez, en la Campaña de Alfabetización en 1961. Es una especie de arranque educador, previo a estudiar, aplicadamente y ser uno de los primeros graduados, en la Escuela Nacional de Arte, y especializarse en cerámica en un instituto superior checoslovaco.
Discípulos suyos siguen sintiéndolo, por eso, creadores de otros ámbitos temporales, territoriales y alcance que aprecian, su legado como dibujante, pintor, ceramista, escultor, persona de enormes valores humanos, por los que fue, entre artistas y popularmente, querido y respetado.
«Señor Artista. En los momentos dificiles siempre estás con tu humildad», comentó el promotor de las artes visuales cubanas, Vilmeydis Bombalé Laborde, al conocer el deceso, por la nota del Consejo Nacional de las Artes Plásticas, mientras el reconocido escultor Juan Narciso Quintanilla Álvarez, rememoró: «Lamento el fallecimiento de un gran amigo, estuvo varios años estudiando cerámica en Praga mientras nosotros, Villa (Soberón) y yo estudiábamos escultura». El humorista escénico y autor musical Juan Carlos Aliaga le dedicó composiciones.
Maestro podría titularse el retrato definitivo con sombrero que le hizo su amigo Cuesta, incluido en la exposición iconográfica que le dedicó y sigue estando, en el vestíbulo del teatro Guiñol, la reciente Fiesta a la Guantanamera, tributo labordiano de las instituciones culturales de su tierra a las efemérides de su nacimiento y muerte.
Es también eco del amplio y profundo ejercicio comunitario que distinguió a uno de los indiscutibles fundadores de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba en estos predios, y primer presidente de su filial de Artes Plásticas, o, antes, a nivel del pais del Grupo Antillano, cuya memoria recoge «su maestría técnica y sello indiscutible», junto a otros reconocidos artistas cubanos, en una década fructuosa, o, de nuevo en lo local, entre quienes decoraban los quioscos carnavaleros con sus caricaturas alusivas…
Lo reduce el marbete -navegante afortunado de propicios vientos mediáticos- de «pintor de las caracolas» por sus perfiles femeninos con formas malacológicas de Strombus giga, polymita u otras de la especie; entre las mejores, la del altorelieve que enaltece una pared del patio de la compañía Danza Fragmentada. Incluye sólo parte de quién es representante criollo genuino del universal espiralismo, que hizo «su filosofía espiritual y creativa».
«Ascendiendo siempre, como las espirales de sus caracolas con rostros de mujer, en movimiento, ungido por el misterio circular de sus obras, así lo recordarán en Guantánamo, su patria chica, y en Cuba toda, su inspiración permanente», anotó la especialista Laura Jiménez Giráldez, resumiendo la obra de la vida del Maestro Laborde, en el periódico Granma.
Recibió, entre otras, la medalla Raúl Gómez García del Sindicato de la Cultura, la Distinción por la Cultura Nacional, La Fama más alta distinción de la Asamblea del Poder Popular en su localidad, y otros lauros, tanto dentro como fuera del país. Desde el borde de las alas de su sombrero, este Ángel sigue mereciendo.