En un lugar de Cuba una madre da calor a su hijo recién nacido. La estampa de quietud y amor tiene detrás una historia trepidante, que habla de nuestros profesionales: según testimonio que nos ofreciera a tres reporteros el doctor en Ciencias Danilo Nápoles Méndez –jefe del Grupo Nacional de Ginecología y Obstetricia–, en ese episodio se produjo una cadena de aciertos que solo fue posible por una experticia admirable.
El profesor titular contó que, ya en trance de parir, la paciente sufrió una hipertensión arterial por cuenta de la cual hizo una parada cardiaca. Fue entonces que un intensivista comenzó maniobras de reanimación, y sin perder tiempo se aplicó una cirugía de cesárea para extraer al retoño, con lo cual se buscaba facilitar la reanimación de la madre. Se sucedieron otras intervenciones para detener sangrado, estabilizar parámetros y devolver la vida a la progenitora. Solo el conocimiento y la audacia hicieron posible un desenlace feliz.
Historias tales no son únicas y se enmarcan en un propósito mayor que el Doctor en Ciencias comentaba al equipo de prensa de la Presidencia de la República: «Tengo que nombrar el apoyo que ha tenido la especialidad de Ginecobstetricia en la atención a las pacientes críticas, con las terapias intensivas en el país que han hecho también un esfuerzo muy grande, en medio de la limitación de recursos, para salvar a estas mujeres».
Su reflexión tuvo lugar una vez que, en la tarde de este martes concluyera, en el Palacio de la Revolución, la habitual reunión de expertos y científicos para temas de Salud, en la cual se abordó el Programa de Atención Materno-Infantil en la Isla, y propuestas que buscan actualizarlo y atemperarlo a las circunstancias actuales de la sociedad.
Según se informó en el encuentro, Cuba registró en el año 2022 una tasa de mortalidad infantil de 7,5 por mil nacidos vivos, luego de que en 2021 fuera de 7,6. En lo que va de año, esa sensible tasa se ubica en 7,3, lo que significa que han fallecido 55 niños menos. Aun cuando estos datos están lejos todavía de los alcanzados en otros años, en que la tasa rondaba los cuatro puntos, se va evidenciando una discreta mejoría, luego del impacto de la pandemia de la covid-19 y bajo los efectos del recrudecimiento del bloqueo de Estados Unidos.
A cargo de la doctora Katherine Chibás Pérez estuvo la exposición central de ese tema de especial valor humano, en una jornada que estuvo encabezada por el Primer Secretario del Comité Central del Partido y Presidente de la República de Cuba, Miguel Díaz-Canel Bermúdez, y que también contó desde la presidencia con los vice primeros ministros Inés María Chapman Waugh y Jorge Luis Perdomo Di-Lella.
La experta hizo énfasis en que la tasa de mortalidad infantil es expresión del estado de bienestar de un país, de ahí la tremenda importancia que siempre ha tenido el Programa de Atención Materno-Infantil para Cuba. Alistó el terreno para los análisis, al contar, entre otras ideas, sobre momentos de particular relevancia, en los cuales la medicina se creció en grande –como en 1970, que fue el año del primer programa de reducción de la mortalidad infantil; o 1981, cuando la epidemia del dengue hemorrágico llevó a perfeccionar las terapias intensivas pediátricas; o 1984, cuando nacieron el médico y la enfermera de la familia–.
En el encuentro habló una mujer marcada por la pasión y el conocimiento, como Longina Ibargoyen Negrín, quien hoy se desempeña en el Ministerio de Salud Pública como asesora en el Programa de Atención Materno-Infantil.
Una vez concluida la jornada, explicó a los reporteros que dicho Programa «se implementó en nuestro país en 1980, y abarcó un grupo grande de tareas; pero no había sido actualizado. Lo que íbamos haciendo era trabajar, trabajar, incorporando cosas». En estos momentos, dijo, se ha reunido un grupo amplio de profesores para actualizar esa herramienta de especial importancia.
El Programa –destacó– tiene 16 aspectos con cambios significativos, y 17 que son totalmente nuevos, como el referente a la reproducción asistida: «Con este trabajo de actualización, en estos momentos hemos incorporado –y es lo que venimos a presentar hoy– 27 innovaciones tecnológicas, todas de una importancia tremenda para hacer avanzar nuestras tareas».
La experta detalló que el Programa Materno-Infantil atiende a una población grande, en la cual están incluidas mujeres embarazadas, o no, en edad reproductiva; los niños hasta los 18 años (y a veces hasta más allá). Ella expresó que «a veces tenemos algunos problemas», porque las personas cambian de grupos, como cuando una adolescente se embaraza y lleva otro tratamiento. Para cada grupo, dijo, hay un propósito, un objetivo en aras de lograr buenos resultados.
Para el Programa Materno-Infantil es imprescindible la intersectorialidad, que todas las entidades del país hablen el mismo lenguaje de apoyo, afirmó Longina Ibargoyen Negrín, quien hizo énfasis en que, «para que haya una buena tasa de mortalidad infantil tiene que haber calidad de accesibilidad sanitaria», y otras premisas como el acceso al agua potable, la electricidad, la educación y la nutrición. Todas son vitales para lograr resultados, enunció esta mujer para quien «lograr la sonrisa de una madre y el adelanto de un niño» son metas muy importantes.
El doctor Danilo Nápoles Méndez compartió, una vez concluido el encuentro, otra reflexión: El bloqueo, la pérdida de recursos materiales, «tienen un impacto importante en el Programa Materno-Infantil, pero a pesar de todas estas cosas, el esfuerzo que hacemos se sobrepone a esos elementos».
Sobre la mortalidad materna, asunto de especial sensibilidad, afirmó que Cuba ha mantenido una meseta, en cifras, en el transcurso de los años
–con momentos de alzas–; y que dichos números se elevaron «de manera importante en el momento de la crisis de la covid-19». Eso, expresó, no impidió que el Estado cubano atendiera, con la excelencia necesaria, las esencias del Programa Materno-Infantil, lo cual hizo posible que, una vez superada la epidemia, haya habido una mejoría en las estadísticas.
Las cifras de 2019 y de 2020, en lo concerniente a la mortalidad materna, fueron superadas –para bien– durante 2022; o sea, que en valores absolutos se produjo una reducción de esa mortalidad.
Por la relevancia del Programa analizado en el encuentro, el Presidente Díaz-Canel habló de darle seguimiento al tema de la actualización, y de realizar pronto otro encuentro. «Aquí no se puede perder tiempo», dijo el Jefe de Estado, desde su razonamiento de que «si atendemos bien a las embarazadas ahora», eso repercutirá en parámetros futuros.
De la atención al bajo peso al nacer, de trabajar de modo distinto el cardinal asunto de los hogares maternos, de una atención diferenciada al tema de la nutrición desde todos los espacios posibles, del valor de los estudios genéticos, del embarazo en la adolescencia y de la educación tan importante en el seno de una familia habló también el dignatario, quien, acerca de la propuesta de actualización del Programa de Atención Materno-Infantil, afirmó: «Indudablemente se ha trabajado con seriedad».