
Sesenta años se cumplirán, este diciembre, de la terminación del viaducto La Farola, megaconstrucción guantanamera que trajo la luz definitiva a Baracoa, la ciudad Primada de Cuba y que, por su majestuosidad, calidad y derroche de soluciones técnicas, se erige en permanente homenaje a los constructores cubanos.
Veinte meses, desde abril de 1964 hasta diciembre de 1965, bastaron a los constructores para concluir el viaducto, cuyo proyecto original fue del ingeniero Maximiliano Isoba.

El famoso tramo se extiende desde el puente de Las Guásimas (Veguita del Sur) hasta el mirador próximo al Alto de Emilita, ocupando seis kilómetros de la llamada Vía Azul, es decir, de la carretera de 154 kilómetros que enlaza a las ciudades de Guantánamo y Baracoa.
Por La Farola transitan hoy algo más del 96 por ciento de las personas que entran o salen de Baracoa, y el 83 por ciento de las mercancías, cifras que expresan, en sí mismas, el impacto económico-social de esa obra, promesa y fraude de los desgobiernos neocoloniales, hecha realidad por la Revolución.
La Farola, vinculada por tradición más a Baracoa que a Imías, es patrimonio de este último municipio, al cual corresponde toda la extensión del viaducto.
En octubre del pasado año, tras las afectaciones causadas al vial por el huracán Oscar, el cual dañó estructuras y provocó numerosos derrumbes y hundimientos del terreno, más el deterioro acumulado por casi 60 años de explotación, se anunció la primera reparación capital de La Farola, acción que conllevaba realizar un diagnóstico riguroso por especialistas de la Empresa de Servicios de Ingeniería y Diseño de Holguín.

Con informacion de Venceremos