
Ella llegó con el deseo de enseñar cuando la década de 1970 empezaba a caminar. Su nombre, Isabel Rancol León, se convirtió en sinónimo de vocación en las aulas del municipio de El Salvador. Y hoy, cuando muchos ya descansan, esta educadora incansable celebra una hazaña silenciosa y monumental: medio siglo dedicado a la enseñanza.
Isabel no solo dio sus primeros pasos en el magisterio aquí… sino que aprendió a dar sus primeros pasos, literalmente, en estas mismas aulas. La escuela «Jesús Fernández Estevez» fue primero su hogar de infancia, el lugar donde fue alumna, donde soñó con ser como aquellos maestros que admiró.
Y ese sueño, se cumplió. Tomó la tiza y la cartilla y regresó. Volvió para ocupar no un pupitre, sino el escritorio del maestro. Cambió el uniforme de estudiante por la bata de docente, y durante cincuenta años ininterrumpidos, ha sido pilar fundamental de la educación primaria en su comunidad.

Cinco décadas han pasado bajo su tutela generaciones completas. Abuelos, padres y ahora, quizás, los hijos de sus primeros alumnos, han escuchado sus lecciones de matemáticas, Educación Ciudadana, en Español han mejorado su letra con su paciencia y además han aprendido valores con su ejemplo.
La escuela «Jesús Fernández Estevez» no es solo su lugar de trabajo; es el escenario de toda su vida. Es su legado vivo. En sus pasillos resuenan los ecos de su propia niñez mezclados con las voces del presente que ella misma guía.
Isabel Rancol León es, por lo tanto, mucho más que una maestra. Es un puente entre el ayer y el hoy, una guardiana de la memoria y la educación en el guantanamero municipio de El Salvador.
Cincuenta años después, sus pasos, se han convertido en las huellas profundas e imborrables de una maestra de leyenda.
Una vida entera dedicada a sembrar el futuro en las mentes de los niños. Esto es, simplemente, la historia de amor entre una mujer y su escuela.