EN EL mundo del deporte pocas figuras son tan esenciales como los árbitros, aunque enrolados casi siempre en un papel de protagonistas anónimos.
En el apasionante y elegante deporte de la esgrima, esta verdad no es diferente y por eso agrada que hace unas pocas horas la federación cubana de este deporte tuvo a bien reconocer a un grupo de los guardianes de la justicia deportiva que participan en los 60 Juegos Escolares Nacionales.
La firme decisión de garantizar la integridad de cada duelo trabajado fue premiada en la sala de esgrima de la Escuela de Iniciación Deportiva Escolar (Eide) Mártires de Barbados en un excepcional momento de gloria.
Verdaderos maestros de la observación y la interpretación recordaron cómo en una fracción de segundo tuvieron que discernir entre un ataque o una réplica, un toque válido o uno nulo.
Una veintena de jueces y árbitros, aunque solo seis de ellos estuvieron presentes, recibieron diplomas aprovechando la celebración del certamen de la categoría juvenil.
Fue momento inolvidable lo mismo para los que terminan por edad como árbitros internacionales, que para aquellos que por voluntad propia se acogen al adiós de los cruces de aceros.
Recibieron el homenaje de modo presencial María Esther García, José Luis Abadía, Yamila Figueroa, Luis Orlando Díaz, José Raúl Domínguez y René Cristóbal Montejo.
Ese último, de los íconos vivientes primero como atleta y después como árbitro internacional, mostró su felicidad por el reconocimiento. «Actos como este estimulan a vivir y rememorar», dijo a JIT.
Entre los que no estuvieron presentes aparecen Jesús Ortiz, Juan Ramón Velázquez, Armando Agüero, Jorge Luis León, Amarilis Landa, Andrés López, Walfrido Mola, Santiago Orlando Feri, José Laverdeza, Vicente Fernando Delgado, Rafael Nápoles, Rolando Burgois, Armando Sánchez y Armando Díaz.
Dedicación y entrega distinguen a cada uno de ellos, convertidos en ejemplo desde sus labores en cualquier escenario.
La jornada permitió levantar los aceros en honor a estos héroes, casi nunca protagonistas. Su pasión, consagración y maestría merecen el más profundo respeto y admiración.