Yoel Pérez García, máximo dirigente político en la provincia de Guantánamo, y Carlos Raúl Martínez Turro, vicegobernador provincial, encabezaron este miércoles una peregrinación de estudiantes universitarios y de la Enseñanza Media para conmemorar el aniversario 153 del fusilamiento de ocho estudiantes de Medicina por el colonialismo español el 27 de noviembre de 1871.

Durante la jornada, una representación de educandos de la Universidad de Guantánamo y su homóloga de Ciencias Médicas (UCMGT) realizaron una marcha desde sus respectivas sedes centrales hasta la plaza polifuncional Pedro Agustín Pérez, donde se efectuó el acto político-cultural por la relevante efeméride.

Beatriz Ramírez Denis, presidenta de la Federación Estudiantil Universitaria (FEU) en la UCMGT, señaló en nombre de los asistentes que los nombres de los estudiantes asesinados y sus historias son símbolos de la tragedia que puede resultar de la intolerancia, la falta de justicia y el abuso de poder.

La pérdida de vidas humanas inocentes es un crimen imperdonable y aunque el contexto histórico puede ofrecer explicaciones, ello no justifica la condena a muerte los 8 estudiantes de Medicina luego de ser sometidos a juicios de guerra sumarísimos, subrayó la dirigente estudiantil.

Apuntes historiográficos recogen que el viernes 24 de noviembre de 1871, alumnos del primer curso de Medicina esperaban en el Anfiteatro Anatómico de La Habana la llegada de su profesor Pablo Valencia, quien debía impartir una clase, pero al enterarse que demoraría, varios de ellos se dispusieron a asistir a las prácticas de disección del doctor Domingo Fernández Cubas.

Algunos entraron en el cementerio, ubicado cerca de la escuela, y recorrieron sus patios, pues la entrada no estaba prohibida, y uno de ellos, Alonso Álvarez de la Campa, tomó una flor que estaba delante de las oficinas del cementerio, lo cual provocó la ira del celador, nombrado Vicente Cobas.

Cobas los acusó de rayar el cristal que cubría el nicho donde reposaban los restos del periodista español Gonzalo Castañón, director de La Voz de Cuba, vocero del cuerpo de voluntarios, que había sido ultimado por un patriota cubano en Cayo Hueso.

Sus nombres eran Anacleto Bermúdez, Angel Laborde, José de Marcos, Juan Pascual Rodríguez, Alonso Álvarez de la Campa, Carlos de la Torre, Eladio González y Carlos Verdugo.

Algo aún más terrible e inaudito ocurrió con los tres últimos, incluidos por sorteo en la sentencia, con el objetivo de aplacar a los Voluntarios de La Habana.

La primera vista del Consejo, con imputaciones falsas se impusieron penas severas, pero no se llegó al dictamen de muerte. Durante esa parte inicial del proceso, descolló la actuación del abogado defensor, el digno oficial del ejército español Federico Capdevila, quien echó rodilla en tierra por el pundonor y la lealtad al oficio, pero de nuevo entró en acción la barbarie.

Los Voluntarios de La Habana no aceptaron el veredicto y se amotinaron con violencia, amenazando con revueltas, frente al edificio donde se había celebrado la primera vista.

Rápidamente se efectuó un segundo proceso, destinado a complacer a los odiadores y sicarios, el cual impuso la pena capital para los jóvenes citados. Once fueron condenados a seis años de prisión, 20 a cuatro y cuatro a seis meses.

Uno de los encarcelados, Fermín Valdés Domínguez, entrañable amigo de José Martí, pudo terminar la carrera en España tras cumplir la sentencia, y regresar a la Isla para ejercer con entrega su profesión y ser combatiente por la libertad.

Por Jorge Cantalapiedra Luque

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