Como dos colosos salieron al tatami del Centro de Deportes de Contacto del Parque Estadio Nacional de Chile y bajaron investidos de la medalla de oro en el judo de los VII Juegos Parapanamericanos.
Sheyla Hernández (+70 kg) y Yordanis Fernández Sastre (+90 kg) tienen en común más que una técnica depurada para conseguir ippones. Son gigantes cada uno por estatura y convicción.
No hay competencia entre ellos, sino apoyo, han dicho alguna vez. Ambos comparten el deporte que los ha visto subir cumbres empinadas a fuerza de mentalidad ganadora y una férrea voluntad. Pero también comparten el amor y la vida.
Yordanis ha sido una persona muy importante en mi carrera deportiva, reconoce ella mientras le mira con la admiración hacia un campeón de su talante, capaz de ganar una medalla en juegos paralímpicos.
Él la guía, por experiencia y por esa caballerosidad novelesca que le caracteriza. Quien les ve apacibles y medidos no imagina la explosividad ciclónica que desatan en el combate.
Así despacharon a rivales de uno en uno, todos por ippon, y causaron el deleite de sus compañeros y hasta del público abiertamente a favor de los cubanos en la instalación deportiva.
Más de uno se alegró en voz alta de que algún país le hiciera frente al vertiginoso paso de la escuadra brasileña por el judo de estos Juegos. La gente disfrutó esas dos victorias ante los cariocas en las finales y hasta se preguntó cómo es posible que una pequeña isla venga a pelearle de tú a tú al gigante.
Eso lo explicó Fernández cuando agradeció al Inder, al sistema deportivo cubano, a la Revolución y sus dirigentes, quienes trabajan sin descanso por aplacar las dificultades que encontramos y por mantener la esencia humanista como su precepto fundamental, dijo.
Aquí vinieron a redondear una actuación brillante que se completó con dos medallas de bronce conseguidas la jornada anterior por Jennys García y José Romero, y una tercera alcanzada por Ariagna Hechevarría en esta misma.
Pero también consiguieron, junto con sus títulos, inspirar a sus compañeros en el deporte y la vida, y lanzar un mensaje de que el amor, allí donde esté, siempre merece una medalla de oro.