Leyendo el discurso del secretario general de la ONU, António Guterres, acerca de la imperiosa necesidad de detener el crecimiento y sofisticación de las armas nucleares (y de los presupuestos bélicos en general), me sentí obligado a comentar sobre este candente tema.

El gasto militar está en el punto más alto de todos los tiempos. Desde drones guiados por láser hasta armaduras para perros: no hay escasez de armamentos, técnica o cualquier otro tipo de ferretería guerrera. En estos 12 meses están previstas 359 ferias comerciales de armamento y defensa, 11 de las cuales son consideradas mayores, con ventas que superan los 1 000 millones de dólares en contratos y ventas relacionadas.

Para entender esta industria, nada más ilustrativo que visitar el vasto “supermercado de la muerte” que es la feria DSEI (Defence and Security Equipment International), en Londres.

La DSEI, la feria de armas más grande de Europa, se celebra cada dos años en el centro de convenciones Excel, en el este de la capital británica. Es un supermercado en expansión de la guerra moderna, adonde representantes de los ejércitos del mundo acuden a comprar los últimos misiles y tanques guiados por IA, inspeccionan buques de guerra amarrados en los Royal Docks y hacen cola para sentarse en cabinas de aviones de combate.

Drones submarinos en el piso, drones portadores de misiles cuelgan del techo. “Este año parece mucho más ocupado que de costumbre”, dijo un vendedor de bombas, de pie junto a un reluciente estante de ojivas en forma de cono, pulidas como trofeos en una vitrina. “Parece que la guerra ha vuelto a lo grande. La gente está buscando abastecerse”. Por su indumentaria, muchos de los asistentes parecen procedentes del mundo árabe, Asia y África.

El militar de mayor rango en Gran Bretaña, el almirante sir Tony Radakin, informa a una audiencia absorta sobre el incremento de los niveles de amenaza, señalando que la guerra de Rusia y Ucrania ha puesto de relieve la vulnerabilidad de nuestras ciudades a los mortíferos ataques con misiles y drones. No reconoce que es, en realidad, una guerra de la OTAN contra Rusia.

Ahora es fácil “acercarse a un país y volar drones. Hay que tener una defensa antimisiles integrada”, afirma el almirante.

La guerra en Ucrania ha aguijoneado las mentes, creado en los atacantes reales temor de sufrir represalias por sus agresiones y abierto las billeteras para el gasto de los Gobiernos en defensa. El gasto militar total mundial alcanzó un máximo histórico de 2.2 billones de dólares en 2022 y Europa experimentó el aumento anual más pronunciado en 30 años: el total superó, en términos reales, el del último año de la Guerra Fría.

La exposición en Londres cubre una superficie de 14 campos de fútbol e incluye zonas dedicadas a la guerra terrestre, naval, aeroespacial e incluso espacial. También hay secciones de innovaciones médicas, de distintas tecnologías futuristas, junto con una serie de pabellones nacionales.

En el pabellón de Israel, una empresa promociona su “comunicación inalámbrica de alta penetración para robótica y drones”, con vídeos de drones volando a través de edificios bombardeados, cual enjambre de mosquitos. Brasil ofrece “municiones, bombas, cohetes y mechas”, con un plato de dulces de cortesía. Noruega exhibe un trineo con una ametralladora 12.7 mm. Abundan las gafas de visión nocturna y las miras asistidas por IA. Suiza opta por la vieja escuela, con sus cuchillas Victorinox.

Cerca, un maniquí con una gruesa cubierta de pétalos de tela blanca, que le da la apariencia de un yeti. Es una capa de invisibilidad de la vida real. “Protege a los soldados de las cámaras ultravioleta, térmicas y de infrarrojos”, afirma la empresa Entremonde Polyecoaters, de la India. “Tiene un revestimiento especial en la tela, por lo que se fusiona con el terreno circundante y hace que el soldado sea invisible”.

Como anfitrionas, las Fuerzas Armadas británicas son las más representadas y muestran los últimos proyectos. En el área del ejército, se presentan los nuevos vehículos blindados del problemático programa Ajax, de 6.700 millones de dólares, un “sistema de vehículos terrestres avanzado y totalmente digitalizado que ofrece un cambio transformador”, fabricado por General Dynamics en Merthyr Tydfil, Gales. Es el mayor pedido individual en más de dos décadas: 589 vehículos a un coste de 12 millones cada uno. Con un retraso de más de seis años, el Ajax ha sido calificado de “completo y absoluto desastre” por el exjefe de la Royal Navy.

“Nunca antes se había visto algo así”, dice el jovial mayor David Hughes, mostrando uno de los nuevos vehículos de reconocimiento. “Nos brinda mayor letalidad, capacidad de supervivencia, confiabilidad, movilidad e inteligencia en cualquier condición climática”. Se expone su cañón de 40 mm, que tiene un alcance de más de 2.5 km, miras térmicas de largo alcance y sensores acústicos que pueden captar ruidos de armas y trazar el objetivo directamente en la pantalla del comandante.

“Con solo hacer clic en dos botones –explica–, pueden pasar esa información a un dron no tripulado o a un helicóptero Apache. Al presionar nuevamente un botón, el piloto del Apache entra y destruye el objetivo en una sola pasada. Este sistema conectado digitalmente aumenta enormemente nuestra letalidad operativa”.

Más allá, hay un enorme dron propulsado por un motor jet, del tipo que pronto podría ser parte del campo de batalla conectado digitalmente, que transporta una carga útil de tres misiles Brimstone guiados por láser. Es el Hydra 400, que emplea tecnología de propulsión híbrida (rotores y motores a reacción) para transportar 400 kg de bombas, desarrollado en respuesta a los crecientes desafíos de la guerra urbana. Compacto y portátil, ensamblarlo solo toma seis minutos, lo que da a las tropas “un helicóptero Apache en el maletero de su carro blindado”, según un jubiloso presentador.

Al lado, drones más pequeños cuelgan de su nave nodriza, diseñada para transportarlos a distancias largas y luego liberarlos para ataques de precisión. “Todos tienen cámaras de inteligencia artificial a bordo”, destaca el mayor Matthew McGarvey-Miles, líder de un programa de desarrollo de la tecnología. “Pueden identificar objetivos y rastrearlos automáticamente, sin la necesidad de que un operador los supervise constantemente”.

Estos dispositivos están en etapa de prueba aún, pero el ejército británico está avanzando rápidamente hacia una dirección automatizada, interconectada y letalmente digital.

“Estamos respondiendo al entorno operativo que vemos en Ucrania”, declara el jefe del Estado Mayor del Ejército, Patrick Sanders, subrayando que estas máquinas de matar no tripuladas necesitan humanos calificados. “Cuando el espectro electromagnético es retado, la automatización falla y predomina la habilidad del piloto. Necesitamos que los combatientes (ya sean ciberespecialistas, pilotos de drones o soldados de infantería) sean más fuertes, rápidos e inteligentes”.

Las armas no tripuladas están teniendo efecto sobre cómo se diseñan sus controles. Un pequeño soporte que brilla con cientos de diminutos interruptores, botones y joysticks tiene la apariencia de una compleja consola de juegos.

“Fabricamos interruptores de botón, interruptores de palanca, interruptores de golpe, interruptores con palancas de bloqueo e interruptores críticos de seguridad completamente sellados”, precisa Steve Blackwell, de Apem Components. “Somos el mayor fabricante de interruptores de Europa. Pero lo más importante ahora son los controladores de palanca. Mucha gente en el ejército ahora proviene de la generación Xbox y están acostumbrados a los pulgares. Atrás quedaron los días de grandes controles neumáticos o hidráulicos”.

El presentador usa un control manual: un dispositivo sencillo para algo que podría desatar un fuego infernal sobre un objetivo pixelado, a cientos de kilómetros de distancia. Tener unos pulgares ágiles definirá la guerra del futuro. Las batallas del mañana se librarán desde una silla (también exhibida) con la ayuda de la IA.

El mundo de la guerra no tripulada ya ha ido más allá de los drones. Se exponen en la feria dragaminas acústicos, submarinos inteligentes, tanques y otros vehículos armados controlados a distancia.

Se llama STRIX, anunciado como un “sistema aéreo no tripulado híbrido, de ala tándem, multidominio y multifunción”, capaz de despegar verticalmente y hacer una transición perfecta al vuelo horizontal. El gigante armamentista alemán Rheinmetall presenta una flota de monstruos todoterreno con ruedas gigantes, más grandes que su carrocería: el Mission Master XT es completamente anfibio y capaz de transportar cargas útiles de 1 000 kg por 700 km sin repostar combustible, incluso en pendientes de 35 grados sobre hielo y nieve a -30 °C, utilizando navegación dirigida por IA.

Mas allá de la monstruosa capacidad de matar, esta explosión armamentista conlleva el mal uso de más de 2.2 billones de dólares solo en 2023. De 213 países del mundo, solo siete países (EE.UU., China, Japón, Alemania, India, Gran Bretaña y Francia) tienen un PIB nominal que supera esa cantidad. La producción de estos sofisticados sistemas asesinos, además, consume la mayor cantidad de minerales estratégicos, entre ellos las menas que se requieren para transitar a una “economía verde” y paliar el hambre, la pobreza y el cambio climático en nuestro planeta.

Fuera de las salas de exposición, hay numerosos opositores. Un manifestante de muy culta forma de hablar, de una organización nombrada Peace Pledge Union (Unión de Compromiso con la Paz), dice a los visitantes: “Por favor, tengan en cuenta que muchos de los países con los que hacen negocios están en la lista de prioridades de derechos humanos del Gobierno del Reino Unido”.

Emily Apple, de la Campaña contra el Comercio de Armas, es más directa. “DSEI es un mercado en la muerte”, denuncia. “Los acuerdos alcanzados aquí causarán miseria en todo el mundo, provocarán inestabilidad global y devastarán las vidas de las personas. A los traficantes de armas solo les importa perpetuar el conflicto, porque el conflicto aumenta las ganancias de sus accionistas. Es hora de cerrar esta feria de armas para siempre”. Muchos de los que protestan recuerdan lo que estas armas causan a los pueblos de Siria, Palestina y Yemen.

Mientras, en el interior de la feria aparecen botellas de champán y todo tipo de bocadillos y entremeses para los clientes del “supermercado de la muerte”.

Es una necesidad el terminar con estas ostentosas exposiciones de la habilidad de matar que se ha alcanzado y de como apropiarse de los recursos del planeta para que el 1% de la población mundial controle la mayoría de los ingresos de la humanidad, al costo que sea necesario, incluyendo la extinción del género humano.

Hace casi nueve décadas, nada mas y nada menos que en la Universidad de Salamanca, fundada por Alfonso IX de León hace más de ocho siglos, el general falangista José Millán Astray diz que gritó: “¡Muera la inteligencia!” y “¡Viva la muerte!”. El entonces rector de la universidad primada de España, Don Miguel de Unamuno, ripostó: “Cuando decimos ‘¡Viva la muerte!’, estamos gritando ‘¡Muera la vida!’”. Lo cierto o apócrifo de este hecho es irrelevante; sin embargo, revela la cosmovisión del fascismo contra la humanidad, la dicotomía de Domingo Faustino Sarmiento y el tirano Juan Manuel de Rosas sobre civilización o barbarie.

De Elon Musk a Rupert Murdoch: un pequeño número de propietarios de los medios multimillonarios tienen un poderoso control sobre gran parte de la información que llega al público acerca de lo que sucede en el mundo. No les importa la verdad sobre lo que ocurra en la realidad, solo lo conveniente para el capital y imperialismo es lo que vale. Pocos (o no los suficientes) saben hoy de esa sinonimia del gran Unamuno o del dilema de D.F. Sarmiento.

Tratemos de evitar la trampa que cae sobre muchas personas, a veces buenas, siempre pusilánimes, que es el deseo de complacer a todo el mundo, de presentar falsas equivalencias en nombre de una imaginaria “neutralidad” y/o “centrismo”.

Sabemos que hay una posición correcta y otra incorrecta en la lucha contra el racismo y por la justicia reproductiva, no debemos temer nombrar quién es el responsable de la crisis climática y muchas desgracias más. Es importante que repitamos mil veces que el que tiene al mundo en peligro, buscando mayores beneficios, es el complejo militar industrial Mundial, encabezado por el de Estados Unidos, y que esto se llama fascismo.

Hay que cortar la cabeza de esa hidra, sin permitir que se multiplique, poner fin a la insaciable y monstruosa carrera armamentista y destinar los recursos a los actuales imperativos existenciales de la humanidad.