Guantánamo.- Pocos conocen que el Partido Comunista fundado en agosto de 1925 trabajó desde la década de los años 30 dentro de las filas de la policía, la marina y el ejército burgueses, misión delicada y riesgosa que ayudó a salvar las vidas de valiosos compañeros y a frustrar planes del enemigo.

Este era uno de los frentes atendidos por la comisión militar  dirigida por el Comité Central de nuestra primera vanguardia marxista leninista.

Tuve la oportunidad de charlar con su principal responsable, Ramón Nicolau González, ya fallecido, que me sorprendió sin grabadora. Por ello su rapidez al hablar solo me permitió tomar algunos apuntes que completé después con su autobiografía, que me adentró en otros temas de su vida personal  vinculados al Partido, poco conocidos. Ellos justificaron con creces las palabras de Carlos Rafael Rodríguez en su sepelio: Nicolau por siempre tendrá su nombre inscrito, por derecho propio, en la historia del movimiento revolucionario y comunista en nuestro país.

Destacado deportista y combatiente revolucionario cubano. Militar de carrera, conspiró contra la dictadura de Gerardo Machado, por lo que tuvo que partir al exilio a España. Combatió en la guerra civil española, en la cual estuvo al mando de un submarino de la República Española.

¿Comunistas dentro de los cuerpos armados?

Después de la caída de Machado, me explicó Nicolau, era frecuente encontrar en las actividades de masas convocadas por el Partido, la presencia fraternal de soldados y marinos. Ellos participaron en las guardias de honor ante los restos de Julio Antonio Mella y se pusieron al lado del pueblo al otro día, 29 de septiembre de 1933, cuando las fuerzas de Batista atacaron la manifestación que llevaba las cenizas de Mella al obelisco erigido en el Parque de la Fraternidad.

Luis Díaz Soto. Médico cubano, militante del Partido Comunista de Cuba. Ejerció la medicina con un sentido humano basado en los principios ideológicos del Marxismo- Leninismo. En junio de 1937 formó parte del grupo de combatientes cubanos que participó en la guerra del pueblo español contra el fascismo.

En esa época, había militantes del Partido en algunos barcos como el Yara, el Baire, el Cuba, en el Distrito Sur, en Santiago de Cuba y en los talleres de Casa Blanca. En el ejército teníamos comunistas en San Ambrosio, en La Cabaña, en el antiguo Columbia y en algunos puestos aislados en todo el país.

Había también miembros del Partido en la Jefatura de la Policía, en el Buró de Investigaciones y en algunas estaciones.

Sacábamos mensualmente el periódico El Centinela. A través de sus páginas tratábamos de mantener al día, políticamente a los miembros de las Fuerzas Armadas, dándoles a conocer las injusticias que sufrían los soldados y el pueblo, fundamentalmente la clase obrera.

Recibíamos de los compañeros que trabajaban dentro de los cuerpos armados, informes sobre la política de Batista y sobre ciertos acuerdos secretos del Estado Mayor. En general, los comunistas y simpatizantes recogían todo lo que les era posible enterarse, estos datos pasaban a la comisión militar y de ella al Comité Central.

Muchas vidas pudieron salvarse, muchos asaltos pudieron ser burlados, por el conocimiento anticipado que teníamos de determinados planes del enemigo.

 

 

Voluntarios para la defensa de la República española

Nuestro Partido conocía la necesidad de oficiales que tenía la República española, al desertar y pasarse a las filas franquistas la mayoría de ellos. Teníamos en Cuba a militares de academia, que habían sido miembros de las Fuerzas Armadas disueltas en 1933, los cuales contaban con un limpio historial y podían ser ganados para la causa de España. Por otra parte, en las masas de nuestro país ardía el deseo de ayudar con las armas en las manos a esa lucha.

Se creó entonces una comisión que me toó encabezar para el reclutamiento de voluntarios. En ella estaban agrupados elementos representativos de diferentes tendencias políticas, Se reclutaron alrededor de 50 antiguos oficiales y clases y centenares de jóvenes de la masa obrera y estudiantil.

 

La ayuda al movimiento guerrillero

Durante la lucha insurreccional el Secretariado del Partido le encargó a nuestra comisión el reclutamiento de compañeros para incorporarse como combatientes a los frentes guerrilleros. Esto no era una tarea fácil pues había que hacerla con discreción para que la policía de Batista no tuviera conocimiento de lo que estábamos haciendo y mucho menos quiénes eran reclutados, Yo estuve prácticamente al frente de esta actividad pues el compañero Osvaldo Sánchez era quien teníamos responsabilizado por el Secretariado como enlace con Fidel, Raúl y el Che.

Todos los que enviamos a la lucha armada llegaron felizmente. Tuvimos éxito también en el envío de medicinas, víveres, ropa y las pocas armas que podíamos conseguir. Había que sortear muchos obstáculos, hacer derroche de paciencia y audacia para que los medios que se colectaran pudieran llegar.

Nuestra comisión organizó una planta radio -escucha en la azotea de una casa situada en la calle Estancia entre Conill y Santa Ana, en las alturas de Nuevo Vedado. Por ese medio interceptamos y descifrábamos los mensajes que enviaba el Estado Mayor de las Fuerzas de la tiranía a las tropas que luchaban contra el Ejército Rebelde.

 

Epílogo

Después del triunfo revolucionario Nicolau tuvo que aclarar la situación de los comunistas que habían trabajado en las Fuerzas Armadas del tirano, ya que este trabajo debió permanecer en la más absoluta reserva. La mayoría de los miembros de la comisión se incorporó después a las filas del Ministerio del Interior

En el caso de Nicolau, a partir de 1959 ocupó importantes misiones encomendadas por la dirección revolucionaria. Cuando el Che entró en La Cabaña pasó a trabajar allí dirigiendo la propaganda y la capacitación política, hasta que se organizó la sección política. Sin abandonar esta responsabilidad trabajó también en el campamento militar de Managua con el comandante Guillermo García en la organización de la instrucción política y cultural.

Al reorganizarse las FAR fue promovido a jefe de la sección de personal en el Estado Mayor General y después pasó a la dirección de la sección de relaciones exteriores del MINFAR y a la de técnicos extranjeros asesores de las FAR hasta que en enero de 1965 pasó a ocupar el cargo de jefe de la sección de retaguardia con el grado de capitán del Ejército Rebelde hasta 1973. En ese año se licenció para trabajar en el Instituto de Historia del Movimiento Comunista y la Revolución Socialista de Cuba.

Fue delegado al primer Congreso del Partido en 1975. Falleció el 12 de noviembre de 1981 a los 76 años de edad. Le fueron conferidas la Orden y la medalla Frank País, la medalla XX aniversario del Moncada, y la Medalla Combatiente Internacionalista de primera clase.