Los sucesos acontecieron en un sitio céntrico de esta urbe, presuntamente a causa de errores en la manipulación de los explosivos, lo que causó la muerte a los jóvenes guantanameros Enrique Rodríguez, Fabio Rosell y Abelardo Cuza.
En las horas sucesivas de la tragedia, fueron perseguidos y asesinados por sicarios del dictador Fulgencio Batista (1952-1958), otros dos integrantes de aquel grupo insurgente clandestino: Jesús Martín (Holguín, norte de Oriente) y Gustavo Fraga, (Matanzas, en occidente).
Motivado por ese hecho histórico, se hizo habitual la peregrinación de artistas de la AHS y citadinos desde el centro de la urbe hasta el Obelisco de los Mártires del 4 de agosto donde un monumento evoca la efeméride.
De acuerdo con el programa del evento, confluyeron al pie de ese conjunto monumentario exponentes de varias generaciones del movimiento de la Nueva Trova como Heidi Igualada, Josué Oliva y Tony Ávila.
Los trovadores reunidos en aquel sitio histórico interpretaron temas alusivos a los héroes de la Patria en víspera del 4 de agosto, declarado Día de los Mártires Guantanameros.
Apuntes de historiadores, ampliamente relatados por la prensa local, dan cuentas de que sobre las 14.30 (hora local) del día en cuestión, una fuerte detonación estremeció la ciudad, y esparció una nube de polvo desde una vivienda convertida en escombros.
En la calle Aguilera 751, entre Santa Rita y San Gregorio, había una fábrica clandestina de explosivos del mencionado movimiento insurgente; en el interior de la casa siniestrada un túnel guardaba cajas de dinamitas, armas de fuego y diversos componentes químicos.
Con esos recursos se abastecían a las fuerzas del Ejército Rebelde, comandadas por Fidel Castro Ruz desde la Sierra Maestra en la colindante provincia de Santiago de Cuba, así como a células clandestinas del movimiento 26 de Julio en otras regiones del país.
Está documentado que en los días previos al fatal suceso, la dirección insurgente indicó incrementar el arsenal bélico hogareño fabricado allí para apoyar acciones de calle en la vecina provincia.
En ese afán se presume que las labores debieron desatender protocolos elementales de seguridad que a la postre provocaron el funesto accidente. Pese a ello no se produjo el debilitamiento de la organización, afirman historiadores locales.
El Movimiento 26 de Julio, concebido para la lucha armada en condiciones de clandestinidad y, por tanto, obligado a perfeccionar sus recursos operativos en la labor de conspiración, había ganado en experiencia, sostienen los investigadores Luis Figueras y Marisel Salles.