«No considero que haya perdido el primer asalto, pero tres de los jueces no tuvieron la misma opinión, y ellos son los que deciden», dijo el bicampeón olímpico Arlen López al bajar del cuadrilátero, en el que venció, por decisión unánime, al turco Kaan Aykutsun.

Comentó que era su primera pelea y que nunca había enfrentado a su adversario, «un boxeador joven, impetuoso y que, como todos los que están aquí, vienen a buscar la gloria.

«Quiero reconocer a mis entrenadores en la esquina, que no se pusieron nerviosos ni me alarmaron con ese fallo inicial de los árbitros. Supieron mantenerme en calma, continuar con el plan táctico y dejar que yo pusiera mi experiencia. Por eso salió ese segundo round impecable, y aunque el tercero era difícil, continuaron muy serenos, y eso me dio la seguridad que le hace falta a un boxeador sobre el ring».

Sueles ser un boxeador que en los torneos vas de menos a más. ¿Esperamos a otro Arlen frente al uzbeco Turabek Khabibullaev?

–Es un boxeador también joven, pero de calidad, espigado. Quiero decirles que en los primeros combates uno evalúa a ver qué le falta, rompes el hielo, como decimos los cubanos, y a partir de ahí entras en competencia. Seré yo mismo, con la misma entrega y los mismos deseos de vencer. Tienes razón, a medida que avanzamos nos vamos poniendo mejor.

El guantanamero también anda en busca de hacer crecer su leyenda, que ya incluye un título mundial, otro panamericano y también de los Centroamericanos y del Caribe. En París va tras su tercera corona olímpica consecutiva.

«No quiero dar saltos ni desconocer a ninguno de los boxeadores que están en estos Juegos, pero el propósito es igualar a esas grandes estrellas del pugilismo cubano: Teófilo Stevenson y Félix Savón. Se necesita ir paso a paso; no es fácil, pero esa es la misión».

A nuestro juicio, tampoco vimos perder al cubano la manga de apertura. No habrá sido, tal vez, el Arlen López pegador al que estamos acostumbrados, pero sí el ganador de siempre.

En la mañana, el pequeño de los 51 kilogramos, Alejandro Claro, fue un ciclón para el brasileño Michael Douglas da Silva.

Era una porfía que se tornaba compleja, pero el antillano la redujo a un solo de la escuela cubana de boxeo: golpeó preciso y constante, con desplazamientos felinos para garantizar la defensa, y en el tercer asalto, cuando parecía que el auriverde tendría un reposo en su anatomía, se encontró con una combinación clara de Claro, que obligó al oficial actuante a realizarle un conteo de protección.

«Aquí seguimos los cuatro, como nos lo pidió Julio César La Cruz; seguiremos avanzando, golpe a golpe, combate a combate», aseguró.

Por Granma