Maceo de seguro lo hubiera tenido en su tropa, y no porque esa amalgama de músculo impresionara al enemigo, sino porque, como el Titán de Bronce, él es un guerrero que no conoce la derrota ni mide el peligro, y porque su fidelidad es su verdadera estatura de gigante. Su madre, Leonor, dijo, después de su tercer título olímpico, en 2016, que él «es más patriota que campeón».

Otra invicta, igual que él, como pocas encarna a la madre de los Maceo. Su estirpe, su convicción ante la adversidad y el profundo amor por su hija Erika, que es su inspiración; por su esposo, Noleisis Bicet; por Adis, su madre, quien también lo ha sido para su pequeña, son la sumatoria de su fe indestructible en el triunfo.

«Dice el Presidente Díaz-Canel que yo soy historia, pero yo lo que realmente soy es fruto de la historia de mi país, de mi Revolución, y de la humilde cuna que me dieron mis padres y mi familia», nos dijo él, en París, cuando en el pecho ya relucía su quinta medalla de oro olímpica consecutiva.

«Nunca voy a cansarme de decir que soy fidelista, el Comandante en Jefe será siempre el primer impulsor del deporte. Nosotros estamos aquí por eso. Por tanto, me debo a él y a mi pueblo. Amo a mi Patria y seré fiel, como mujer y cubana, hasta la muerte», aseguró ella, 11 veces campeona paralímpica, tras sus tres lauros en la Ciudad Luz. Ha puesto su voluntad y su empeño por su Patria, a pesar de su progresiva pérdida de visión, que ya demanda de ser operada, a fin de que no se vuelva más crítica.

Los dos se empinaron en la manigua de la competencia deportiva, él con 42 años y ella, pasando sobre su propia integridad física. Por eso ayer, en el Ministerio de las Fuerzas Armadas Revolucionarias, Mijaín López Núñez y Omara Durand Elías recibieron la Réplica del Machete Mambí del Mayor General Antonio Maceo Grajales, símbolo de lucha y valentía, que se expresa en el talento y sacrificio con los que ellos han enaltecido el nombre de Cuba.

Otro Héroe, el de la República de Cuba, el miembro del Buró Político y ministro de las FAR, general de Cuerpo de Ejército Álvaro López Miera, les entregó el invicto machete. Y él mismo le puso en el pecho, al guía de los triunfos de Omara, a Yuniol Kindelán, la medalla de la Fraternidad combativa, porque justamente es eso lo que sus piernas describieron en las pistas desde 2015, junto a ella.

Allí estaban los hijos, las madres, el esposo, pero también los hacedores, los que educan desvelándose por su cuidado y puliendo cada medalla: sus entrenadores Miriam Ferrer y Raúl Trujillo.

Por Granma

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